"El Fluir"
La Barranca
Son distintas la aguas que cubren a los que entran al mismo río.
Heráclito de Éfeso
Era una tarde de abril de 2006.
Recuerdo que antes de ir a la escuela donde hacía mi servicio social, pasé al
Mixup que estaba en Pabellón Cuauhtémoc (que ahora es un gimnasio). Aquella
tarde compré On An Island de David
Gilmour y como me sobraban unos pesos, compre El Fluir, disco que me había intrigado, pues las tres revistas
musicales que leía cada mes, lo habían reseñado como una joya, con sus marcadas
influencias progresivas.
Al salir del servicio, tomé mi discman y coloqué en él uno de los discos
nuevos. Me sorprendí gratamente, y al mismo tiempo la voz de José Manuel me
resultaba conocida, no voy a mentir, le escuchaba ciertos tonos bumburezcos.
Sí conocía a La Barranca, pero no
era fan. La verdad ni los pelaba. Fue después de este disco que me hice
ferviente admiradora de las letras y la música. Quizá mi edad, la etapa por la
que pasaba, influyó para que este disco fuera parte de mi soundtrack.
En aquel momento cursaba la prepa
y las pocas clases de filosofía que teníamos a mí me fascinaban. Estaba muy
clavada con el existencialismo de Sartre. Con la filosofía de Heráclito. Cuando
escuché “El fluir” y “Usumacinta” me quedé pendeja. “Puedo sentir el río que
hay dentro de mí porque su torrente nunca vuelve al mismo sitio”. Y para mí las
cosas empezaban a cobrar sentido.
“Zafiro” le llegó a mi parte más goth, yo era una dark en proceso en ese momento. Y así sucedió con varias de las
canciones de este disco. Sobra decir que efectivamente la influencia de King
Crimson ahí estaba. Sobre todo, a mi percepción, mucho de sus últimos trabajos
(THRAK, The Power to Belive). Me
enamoré a primera escucha.
Al llegar a la última canción tuve una
experiencia grata y filosófica. “Si existes tú, existo yo”. Tuve un amigo con
el que escribí varias cosas acerca de la existencia, la locura, la energía,
etcétera, queríamos presentarlo en una “galería de arte”… éramos jóvenes y
tontos. Habíamos escogido música para nuestra presentación y cuando escuche “Si
acaso hay vida” no dudé ni un segundo en que debería formar parte de nuestra
exposición, la cual, nunca llevamos a cabo y él se quedó todo lo que yo había
escrito.
Hoy, aunque no es un disco que escuche todo el
tiempo, es de los que más atesoro. Al que recurro cuando no quiero sentirme
mal. Cuando quiero ver dentro de mí, pero no en mi oscuridad. Sino en ese
interior, el que efectivamente quiere fluir.
Con “El cinturón de Orión” me
sucede algo particular. Esta si es una canción que no ha dejado de acompañarme
y no por decisión propia. Ese “Dios distante y celoso” no sé por qué sigo
dejándolo entrar. Me robó mis instantes más fugaces. Inclemente no me los
devuelve. Mucho tiempo después dediqué una frase de este disco: “Tu mordedura
por un lado fue la muerte y por el otro fue la cura”.
Cuando quiero que algo nos salve de la podredumbre del
mundo, aunque sea el deseo, está siempre “Una tarde en la vida”: “Cojamos con
las manos esta tarde mientras dure” o “cojamos todo el tiempo que se pueda”, al
caso es lo mismo.
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