viernes, 17 de enero de 2020

El Fluir


"El Fluir"
La Barranca


Son distintas la aguas que cubren a los que entran al mismo río.

Heráclito de Éfeso




Era una tarde de abril de 2006. Recuerdo que antes de ir a la escuela donde hacía mi servicio social, pasé al Mixup que estaba en Pabellón Cuauhtémoc (que ahora es un gimnasio). Aquella tarde compré On An Island de David Gilmour y como me sobraban unos pesos, compre El Fluir, disco que me había intrigado, pues las tres revistas musicales que leía cada mes, lo habían reseñado como una joya, con sus marcadas influencias progresivas.

Al salir del servicio, tomé mi discman y coloqué en él uno de los discos nuevos. Me sorprendí gratamente, y al mismo tiempo la voz de José Manuel me resultaba conocida, no voy a mentir, le escuchaba ciertos tonos bumburezcos.

Sí conocía a La Barranca, pero no era fan. La verdad ni los pelaba. Fue después de este disco que me hice ferviente admiradora de las letras y la música. Quizá mi edad, la etapa por la que pasaba, influyó para que este disco fuera parte de mi soundtrack.

En aquel momento cursaba la prepa y las pocas clases de filosofía que teníamos a mí me fascinaban. Estaba muy clavada con el existencialismo de Sartre. Con la filosofía de Heráclito. Cuando escuché “El fluir” y “Usumacinta” me quedé pendeja. “Puedo sentir el río que hay dentro de mí porque su torrente nunca vuelve al mismo sitio”. Y para mí las cosas empezaban a cobrar sentido.

“Zafiro” le llegó a mi parte más goth, yo era una dark en proceso en ese momento. Y así sucedió con varias de las canciones de este disco. Sobra decir que efectivamente la influencia de King Crimson ahí estaba. Sobre todo, a mi percepción, mucho de sus últimos trabajos (THRAK, The Power to Belive). Me enamoré a primera escucha.

 Al llegar a la última canción tuve una experiencia grata y filosófica. “Si existes tú, existo yo”. Tuve un amigo con el que escribí varias cosas acerca de la existencia, la locura, la energía, etcétera, queríamos presentarlo en una “galería de arte”… éramos jóvenes y tontos. Habíamos escogido música para nuestra presentación y cuando escuche “Si acaso hay vida” no dudé ni un segundo en que debería formar parte de nuestra exposición, la cual, nunca llevamos a cabo y él se quedó todo lo que yo había escrito.

 Hoy, aunque no es un disco que escuche todo el tiempo, es de los que más atesoro. Al que recurro cuando no quiero sentirme mal. Cuando quiero ver dentro de mí, pero no en mi oscuridad. Sino en ese interior, el que efectivamente quiere fluir.

Con “El cinturón de Orión” me sucede algo particular. Esta si es una canción que no ha dejado de acompañarme y no por decisión propia. Ese “Dios distante y celoso” no sé por qué sigo dejándolo entrar. Me robó mis instantes más fugaces. Inclemente no me los devuelve. Mucho tiempo después dediqué una frase de este disco: “Tu mordedura por un lado fue la muerte y por el otro fue la cura”.

Cuando quiero  que algo nos salve de la podredumbre del mundo, aunque sea el deseo, está siempre “Una tarde en la vida”: “Cojamos con las manos esta tarde mientras dure” o “cojamos todo el tiempo que se pueda”, al caso es lo mismo.

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