“Happy With What You Have
To Be Happy With”
“El arte no es lo que ves,
sino lo que haces que otros
vean.”
Edgar Degas
Como preámbulo a mi experiencia de la gira más reciente, regresemos dos
años atrás, cuando King Crimson volvió a suelos mexicanos. Llegué al Teatro
Metropólitan con incertidumbre y emoción por ver al grupo liderado por Robert
Fripp, era la primera vez que podría verlos en un escenario que no fuera el de los
DVD’ s que coleccionaba. En 2003 yo aún era muy joven para verlos en el
Auditorio Nacional, y qué decir de sus
conciertos en los 90’s aun en su etapa doble trio (Belew, Brufford, Gunn). Así
que aquel día de julio llegué temprano y tomé asiento. Cerré los ojos y me dejé ir. Al salir tuve una sensación como quien acaba de degustar un platillo perfecto, con la sal y los condimentos
exactos, aunque con el sinsabor ocasionado por la falta de sazón, sin alma. Un
platillo ejecutado a la perfección, lleno de técnicas pero no de amor.
Ya para el concierto de este año, pese a mi poca expectativa a causa de
la experiencia anterior, el concierto
del 23 de agosto sí logró superar todo lo que esperaba. “King Crimson solo
puede superarse a sí mismo” me dijo un amigo, y tenía razón.
Ese día entré un poco tarde al recital pues pensé que no serían
puntuales como en la ocasión anterior. Ya habían empezado con “Larks Tongues In
Aspic I”, así que sólo tomé mi asiento entre dos chicos mucho más jóvenes que
yo y dos hombres más maduros que en ciertos momentos me miraban con un gesto raro,
¡si señores, vine sola a ese concierto! No iba como acompañante (era obvio pues
cuando llegue en la fila solo había un lugar vacío, era el mío) vengo porque
también soy fan, incluso quizá, hasta antes que ustedes.
Conocí a King Crimson en mis adolescentes 14 años, gracias a mi amor
platónico de secundaria. Con él podía platicar de la música que me gustaba, me
sentía menos incomprendida. Desde la primera vez que descubrimos el gusto mutuo
por Pink Floyd se fue gestando nuestra amistad y a él le gustaba compartir
música conmigo. Mi vena progresiva se estaba descubriendo, pasábamos las tardes
escuchando sus discos o los míos. Porcupine Tree, Ill Balleto di Bronzo,
incluso La Barranca tuvo sus menciones en esas tardes de lluvia, de agua
estancada afuera de mi salón. Recordar la portada del Meddle y los debates sobre si era la oreja de un cerdo o qué
diablos era eso que se ve en la cubierta del disco. Le compartía mis audífonos
y eran las tardes más bellas que yo recuerdo en tercero de secundaria.
Fui a la prepa y me eduqué por mí misma en el arte del progresivo y del
rock en general. La última vez que vi a mi amigo le pregunté si había ido al
concierto de Steven Wilson (2013) después de recomendarme que escuchara a Tame
Impala, en realidad no recuerdo qué me dijo del concierto, me dio un abrazo de
despedida y me dijo sonriendo “Iris, ya pórtate bien” y entendí que eso de
acosarlo afuera de la secu no era apropiado. Yo solo quería saber de él. Me
hubiera gustado verlo en cualquiera de estos conciertos, decirle que ha sido como
un mentor para mí, no solo por la música ni los libros, por las experiencias
que me contaba y que yo a esa edad no comprendía a pesar de que me consideraba
muy madura, me sentía como una puberta equivocada de época. Y él siendo veinte
años mayor que yo, tenía mucho que contarme.
“Close
your eyes and look at me I'll be standing by your side.”
En la sala de concierto, cerraba mis ojos mientras
escuchaba la perfección que existe en la ejecución de cada instrumento, la precisión,
la complicidad que hay entre los músicos ahí instalados, sincronizados, y con
esa música de fondo pensaba en él y lo buscaba entre las sombras.
Yo cerraba mis ojos para no llorar, pensaba en mi sueño
frustrado de ser músico. Pensaba qué hubiera sido de mí si hubiera tomado otras
decisiones en el pasado ¿Me estaría encaminando al virtuosismo? ¿Estaría de
gira con mi propia agrupación? ¿Ya habría tirado la toalla?
“Come
alive in your eyes you don't have to hurry, you don't have to try. Cause you
don't have a care you're walking on air…”
Luego de divagar y tararear una canción que solo
existió en mi imaginación en ese instante, seguí atenta al gran talento que aunado a la disciplina
de Fripp y compañía era algo que envidiaba. El pecho se me hinchaba de escuchar
el silencio del público (que duraba muy poco) y el virtuosismo impreso en cada
nota, en cada golpe, en cada latido. El más cercano a mi visión era Gavin Harrison, el miembro más joven de los
Crimson. Lo veía concentrado y estudioso de sus compañeros. La complicidad de
la que hablaba antes, entre él, Pat Mastelotto
y Jeremy Stacey retumbando en la ex sala de cine.
Más atrás Jakko Jakszyk daba voz a al Rey Carmesí y
por momentos lanzaba algunas notas greg-lakeoneanas.
Su propia versión de “Indiscipline” (arreglo que no me gustó desde el concierto pasado) te alejaba
totalmente de la del simpático Adrian Belew. A su lado Tony Levin hacia magia
con sus manos sobre el bajo, el ambiente tenía más profundidad. Los vientos de
Mell Collins también matizaban las
piezas con sus notas más clásicas, no dejaba vacíos, no había espacios en las melodías.
Robert Fripp, elegante, atento, serio, enfocado. Su
guitarra y el mellotrón como compañeros en su propia isla. La luz casi no lo
ilumina, y no solo a él, en realidad no hay juego de luces, no hay
escenografía, el escenario es sobrio y a la vez está lleno de virtuosismo, cual
reflejo del creador, una proyección de Fripp.
Robert no es el líder que estamos acostumbrados a ver, no necesita láser para
montar un show, no hay imaginería ni
parafernalia, no hay abuso de la tecnología para montar una escenografía, no lo
necesita. No es el frontman, pero
dirige el reino carmesí desde su lugar y sin palabras, solo con miradas. ¿Es un
rockstar? Sí, pero a su propio modo.
A veces me imagino si la personalidad de Robert Fripp
es una elección, si en ese gran genio creador existe un hombre retraído, si está
realmente en una introspección a causa de sus propios temores, las fotos, las
luces, el aislamiento, la gente. Eso sería una salvación para mi personalidad
introvertida (Un obstáculo para no continuar la música fue el miedo a las
multitudes, más que pánico escénico, una
fobia) O tal vez solo sea un artista excéntrico…
(mamón pues).
Fue muy curioso ver desde mi lugar al público moviéndose al ritmo de “Red” como en un concierto de metal, y pensé en todas las bandas
que hoy existen gracias a los sonidos progresivos y específicamente los de King
Crimson ¿Cuánto le deben? Un chingo. Es notoria la influencia en cada uno de
sus herederos.
La gente no dejaba de aplaudir, de gritar y de cantar
en “Epitaph”, y me sucedió algo parecido cuando en los conciertos de Roger
Waters la gente se emociona con “Another brick in the Wall part II”, entre
emoción y pensar “son unos pinches posers”.
Escuchar algo del álbum The Power to Believe fue una experiencia
muy grata, “Elektrik” fue como una hipnosis, demasiada energía desbordada y las
baterías que enloquecen a cualquiera. Luego “Frame by Frame” y su inicio a capela
fue muy bello, pero yo preferiré siempre a Belew.
Ya para el final y con mi vejiga a reventar, “Easy Money” fue como un respiro, me relajé y
disfrute escuchar esta canción en voz de Jakko, eso sí me pareció atinado. “Starless”
fue hermosa, las estatuas del Metropólitan enrojecidas con la luz y con el
sentimiento (a mí me pareció que sí hubo una entrega más neta en esta ocasión)
hizo que olvidara los litros de agua estancados en mi ser. Y creo que si fue
una de las mejores piezas de la noche.
Al verlos, al escucharlos, pensaba que no ha de ser
fácil mantenerse vivo durante medio siglo, cuando la música actual ya no ofrece
nada, y escuchar a la Corte de Robert Fripp
llena de extravagancias, de exquisiteces, si bien, más que darte un
respiro hacia el futuro, te preguntas en qué momento nos perdimos como
humanidad y dejamos de hacer arte. King Crimson es sinónimo de vanguardia y a
la vez fue generador de sonidos nuevos, lleno de colaboraciones desde sus
inicios y gran semillero de talentos. Yo
no sé qué tan honesto sea vivir de las viejas glorias, pero las generaciones
más tiernitas agradecemos vivir estas experiencias, hoy que la belleza ya no es
indagada y nos damos a los placeres inmediatos y desechables.
Obviamente el concierto cerró con In “The Court of the
Crimson King” y ya no volvimos a verlos. El aplauso de la gente no pudo sacarle
ni una palabra a ninguno de los siete miembros de la agrupación. Todos
agradecieron pero muy al estilo Fripp. Aunque sus gestos eran de felicidad y
eso sí, hasta ese momento se podían tomar fotos. Yo no tome ninguna, y hoy hago
este ejercicio de recordar usando mi memoria orgánica y es como si volviera a
estar ahí, con todo y mi vejiga llena.
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